El día que la Física cambió. El Universo, paralizado,
comenzó a acumular luz de cada constelación, de cada estrella. Los agujeros
negros ahora devolvían toda esa energía que habían chupado, ahora emitían un
brillo tan puro. El Universo no tenía vacío, era blanco. Brillaba, pero no
tanto como para enceguecer. Eushi entonces decidió saltar del fin del mundo a
ese Universo gigante, a ese mar de luz. Y flotó. Y sonrió. Se dio cuenta que
brillaba. Brillaba porque el Universo ahora se lo permitía, y ya no le absorbía
la energía, ni la luz que emanaba. Eushi se acurrucaba en las galaxias, y
jugaba con las enanas rojas. Eushi habría así disfrutado y cambiado su rumbo a
un Universo nuevo, una Física nueva.